Año Litúrgico
IN FESTO
SANTISSIMI CORPORIS CHRISTI
(Trasladada al Domingo de la Infraoctava del Corpus, segundo
Domingo después de Pentecostés)
II · Junio · A.D. MMXXIV
Seq. S.
Evangélii sec. Joánnem 6, 56–59
(Léct. Epístolae B. Pauli Apóstoli ad Corínthios 11, 26
– 39)
Ornamentos
Blancos
Ecce Panis angelórum, factum cibus viatórum
El
altar es la prolongación del Calvario, y la Misa "anuncia la muerte del Señor".
Es verdad que ya el día de Jueves Santo conmemoramos la institución de la
sagrada Eucaristía, pero el recuerdo de la muerte de Cristo no nos permitió
expresar debidamente nuestros sentimientos de alegría y de gratitud a nuestro Señor,
por haber imaginado este medio de quedarse perpetuamente en la tierra. Es hoy
cuando le rendimos ese homenaje, considerando la sagrada
Eucaristía como sacrificio y como sacramento.
La
liturgia de este día se debe al gran Doctor de la Iglesia Santo Tomás de
Aquino, que la compuso, en 1264, por encargo del Papa Urbano IV. Es
indudablemente un modelo de oración litúrgica, una de las más perfectas
composiciones que se encuentran en todo el Breviario y en todo el Misal. Los
antiguos oficios no tienen una unidad de
pensamiento tan perfecta, tan coherente, tan ordenada. Es verdad que
Santo Tomás utilizó otros oficios anteriores, pero él supo
armonizar elementos dispersos, formando el más bello conjunto.
El
Introito de la Misa es realmente un introito, una introducción, una invitación
a la solemnidad del sacrificio. El Evangelio y la
Epístola se corresponden: el uno
nos recuerda la promesa de la
Eucaristía, la otra nos cuenta su institución. Entre
las dos Lecturas resuena el canto del Gradual y del Aleluya, que nos ofrece la
misma correspondencia entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. La
Secuencia es un poema dogmático de extraordinaria
belleza, en el cual se resumen toda la doctrina del Misterio Eucarístico. Bello es
también el ofertorio, todos nosotros "somos reyes y
sacerdotes", que ofrecemos el pan (trabajo), y el incienso (oración), y
esto nos obliga a llevar una vida santa. La Secreta nos revela el significado
de nuestras ofrendas: el pan y el vino son
figuras de la unidad y la paz. Muchos granos y muchas uvas, dice san Agustín se
juntan para formar la masa y hacer el vino.
La sagrada
Eucaristía es el sacramento de la paz y de la unidad en Cristo. Es, además, por
parte de Cristo, el sacramento del amor, de la entrega que supone, y anuncia las
demás entregas: "Naciendo, se dio como hermano;
comiendo, se dio como
alimento; muriendo; como precio; y, reinando, como premio (Himno de laudes).